Año 3 N° 5 / Enero – junio 2017.
65 – 74
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ISSN 2477-9342 |
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ENSAYO
La alteridad como fundamento de un compromiso
ético en la configuración de una gerencia educativa “otra”
Cruzulys Audeliany Campos Hernandez
cruzulys@gmail.com
Liceo Bolivariano Ángel Noriega Pérez –
Pampatar Edo. Nueva Esparta
Recibido 21 de noviembre de 2016 / aprobado 13
de febrero de 2017
Palabras clave Alteridad, compromiso ético, gerencia
educativa. |
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Resumen En este ensayo se busca promover la reflexión
en torno a la necesidad de humanizar la acción gerencial dentro de las
instituciones educativas, al considerar que un compromiso ético basado en la
alteridad le permitirá al gerente desarrollar la capacidad antropológica de
preocuparse por el bienestar de las personas que tiene bajo su
responsabilidad. La reflexión plantea como conclusión que la alteridad como
fundamento de un compromiso ético para la configuración de una gerencia
educativa “otra” debe ser entendido como un medio para la conformación de un
modelo de gerencia que permita alcanzar una verdadera escuela para todos,
sensible, perceptiva, empática, humana, hospitalaria, generosa, noble,
solidaria, magnánima y justa con el otro, con nosotros, con todos los que
buscan en sus espacios aprender a ser, a conocer, a convivir y a hacer. |
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Keywords Alterity, ethical commitment, educational management. |
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Alterity as basis of an ethical commitment in
the configuration of an educational management “other” Abstract This essay aims at promoting the reflection concerning the need to
humanize the managerial action inside educational institutions, considering
that an ethical commitment based on alterity, will allow the manager to
develop the anthropologic attitude to be worried about the well-being of the
people under his responsibility. The reflection raises as a conclusion that
alterity, as a foundation of an ethical commitment for the configuration of
an educational management "other", must be understood as a means to
create a model of management that allows to reach a real school for all,
sensitive, perceptive, empathic, human, hospitable, generous, noble,
solidary, magnanimous and a just school with other people, with ourselves,
and with all who seek on it a place to learn to be, to know, to coexist and
to do. |
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El ser humano, en su contacto social se ha
venido deshumanizando, al punto de no colocarse en el lugar del otro para así
entenderlo y concebirlo como un ser biológicamente perteneciente a su misma
especie y, por tanto, con muchas similitudes entre sí.
La negación del otro en nuestra sociedad
pareciera tener en cierta medida una explicación en los avances científicos y
tecnológicos que se producen de manera vertiginosa desde la revolución
industrial que fundada en la productividad máxima y el utilitarismo, han tenido
un impacto directo sobre la conciencia, el reconocimiento y el respeto del otro
ser humano (Jiménez, 2011).
La modernidad, a pesar de haber permitido un
evidente avance, desde el punto de vista científico y tecnológico, ha sido
acusada por algunos autores como una de las responsables de la deshumanización
que se vive actualmente. Según Touraine (citado en Quezada, 2011):
La modernidad pasa a un estado de crisis cuando la racionalización pasa
de ser un principio crítico ordenador del espíritu científico y libertador de
las ataduras de los dogmas de lo tradicional, a un principio legitimador de
explotación, al servicio del lucro e indiferente a las realidades sociales
(p.124).
La rigidez, el interés por
el aspecto monetario, los estereotipos y los altos estándares establecidos
durante la modernidad hicieron que el individuo se volviera cada vez más
indiferente al padecimiento del otro ser humano, por lo que influenciado por
una episteme fundamentalmente racionalista y volcada a lo exterior, el ser
humano en la búsqueda de la verdad se olvidó de su condición humana, para
interesarse principalmente por el aspecto económico, el mejoramiento de los productos,
la invención de nuevos artefactos y la creación de reglas universales, que
después de un tiempo, al producirse algunos eventos como la primera y la
segunda guerra mundial, hizo que el mundo comenzara a replantearse la necesidad
de recuperar esa preocupación por la condición humana.
Expresión a la que Arendt
(2009) hace referencia al manifestar que “cualquier cosa que toca o entra en
contacto con la vida humana asume de inmediato el carácter de condición de la
existencia humana” (p.23), llegando a afirmar que los individuos somos seres
condicionados y que a pesar de que todos somos lo mismo (seres humanos) ninguno
es absolutamente idéntico al otro. Por lo que es necesario que la condición
humana sea considerada en todos los aspectos de la vida del individuo, ya sea
en el área laboral, personal, educativa, social, entre otras.
El cambio de paradigma, que
dio paso a la aparición de un pensamiento humanista tuvo una significativa
incidencia en las diferentes esferas de la sociedad, principalmente en las
artes y lo educativo. En este último ámbito se considera que el respeto y la
valoración hacia el otro ser humano debe ser una constante de vida. Las
instituciones educativas al estar formadas básicamente por una diversidad de
seres humanos con distintas visiones y formas de encarar el mundo, exigen como
idea central el imperativo social de alcanzar un punto de confluencia entre
todas esas cosmovisiones en pro del logro de los objetivos institucionales,
siendo imprescindible retomar el giro antropológico de la educación, al centrar
el interés de los procesos de enseñanza y aprendizaje, en los seres humanos.
En ese sentido, cabe
señalar, que el gerente educacional, al tener dentro de su campo de acción la
dirección de los procesos educativos, debe contar con una serie de habilidades
gerenciales, que le permitan dirigir de una manera efectiva y eficaz la
institución que tiene bajo su responsabilidad. Todo eso sin olvidar la
condición humana de todas las personas que hacen vida dentro del ámbito
escolar. Por lo que resulta preocupante que, en la actualidad, existan algunos
directivos que presenten un estilo de liderazgo poco adecuado, fallas en la
ejecución de las etapas del proceso administrativo (problemas de planificación,
organización, dirección y control), escasa preparación en las técnicas para el
manejo y resolución de conflictos, problemas interpersonales, falta de equidad
y justicia, una comunicación poco asertiva y un escaso reconocimiento del
trabajo bien realizado.
Las consecuencias de dicha
situación se ven claramente reflejadas en un alto nivel de ausentismo,
desmotivación, insatisfacción laboral, escaso compromiso con la institución,
poca colaboración y participación en los eventos organizados por los
directivos, aumento de personas con Síndrome de Bournot y un nivel en la
calidad de la enseñanza sumamente deficiente, en el que los principales
afectados son los estudiantes.
De acuerdo con Maslach y
Jackson (citado en Otero, 2015) el Síndrome de Bournot produce en quienes lo
padecen “cansancio emocional, despersonalización y reducido logro personal que
puede ocurrir en individuos que de alguna manera trabajan con personas”
(p.164). Los profesionales más afectados por el síndrome de Bournout son los
que trabajan en el ámbito de la sanidad y la educación.
Un estudio realizado por
Jiménez, Jara y Miranda (2012) puso en evidencia que un 40,45% de los docentes
encuestados se encuentra afectado por el síndrome de Bournout, lo que indica
que es necesario humanizar la acción gerencial dentro de las instituciones
educativas, siendo fundamental que el director tome conciencia del papel tan
relevante que tiene en la vida de todas las personas que conforman su entorno
escolar.
La escuela que se pretende
alcanzar desde la perspectiva humanista sólo se puede lograr si el director,
como máxima autoridad de la institución, tiene arraigado en su esquema de
valores un compromiso ético basado en la alteridad, que según Martínez y Ponce
(2007) “etimológicamente el sustantivo alteritas está tomado del adjetivo
alter, para indicar técnicamente la cualidad o el hecho de ser Otro” (p.159),
es decir, es la condición de ser otro, colocarse en el lugar del otro, para así
aprender a ver y verse en el rostro del otro. Condición que se siente expresada
por Lévinas (citado en Lupiáñez, 2009):
El rostro ajeno es la evidencia de que no estoy solo, es así el
descubrimiento de la alteridad. Con el rostro no es el sujeto quien desvele el
ser, sino él mismo quien se revela, porque el rostro, a diferencia de las demás
cosas, se expresa… El hombre es un ser eminentemente social, constituido por,
con y para los otros seres humanos…Ante la llamada del rostro del otro,
nosotros debemos responder responsablemente (p.3).
Esa afirmación, en el caso del gerente
educacional tiene un evidente valor, puesto que, él posee bajo su
responsabilidad el espacio donde los estudiantes van a adquirir una serie de
competencias que le permitirán insertarse adecuadamente en la sociedad,
fortaleciendo valores trascendentales, adquiriendo habilidades y destrezas que
posibiliten desempeñar un oficio honesto y así ganarse el sustento para sí
mismo y para aquellas personas que por razones circunstanciales dependerán de
ellos.
Aprender a ver y verse en el rostro del otro,
en ninguno de los casos implica conocerlo desde el punto de vista cognoscitivo
ni sapiente, sino desde su perspectiva ética, moral y humana. Boxó y Ruiz
(2008) al respecto consideran que:
La cercanía hacia el otro no es para conocerlo, por tanto no es una
relación cognoscitiva, sino una relación de tipo meramente ético, en el sentido
de que el Otro me afecta y me importa, por lo que me exige que me encargue de
él, incluso antes de que yo lo elija (p.40).
Al reconocer al otro ser humano, el gerente
educativo toma consciencia de su valor, se responsabiliza por él, lo respeta,
lo admira, reconoce su existencia, sus necesidades, vicisitudes, circunstancias
y contexto dentro del cual se desarrollan sus actividades.
Samoná (2005) al respecto manifiesta que “La
alteridad es el modo de ser de otro que puede ser sólo a partir de mí” (p.74).
Por lo que es inviable que exista una separación entre ambos. La
indivisibilidad del otro y del yo tiene su base en el concepto de alteridad.
Uno no puede existir separado del otro.
Peñalver (2001), dentro de sus consideraciones
expresa que “La alteridad del otro no depende de una cualidad que lo
distinguiría del yo, porque una distinción de esta naturaleza implicaría
precisamente entre nosotros esta comunidad de género que anula ya la alteridad”
(p.134). El cumplimiento del principio de alteridad en el ámbito de la gerencia
educacional debe darse de una manera espontánea, franca, sincera, sin ningún
tipo de pretensiones, hipocresías ni distinciones. El trato hacia los otros
seres humanos que hacen vida dentro de la institución debe producirse de una
forma igualitaria, honesta y sobre todo humana.
Un compromiso ético basado en la alteridad le
permitirá al gerente aprender a ver y verse en el rostro del otro ser humano
que interactúa con él en su sitio de trabajo. Una persona que siente, padece y
tiene una serie de necesidades elementales de cuya satisfacción va a depender
en gran medida que se produzca un máximo rendimiento de todos los que allí
laboran. Condición que se siente expresada en Maslow (citado en Lévy-Leboyer,
2005) al considerar que “el conjunto de nuestros comportamientos y actitudes
estaría guiado por la satisfacción de las necesidades que caracterizan a todos
los seres humanos y que son indistintas, biológicas y fundamentales” (p.38).
La biología del ser condiciona directamente el
comportamiento del individuo. Por cuanto ninguna persona puede llevar a cabo
una actividad para la que biológicamente no ha sido capacitado. Maturana (2009)
dentro de sus consideraciones afirma que “La naturaleza íntima del fenómeno
social humano está en la aceptación y respeto por el otro que está en el centro
del amor como fundamento biológico de lo social” (p.18). Aquí se pone de
manifiesto que existe una estrecha relación entre la biología y el concepto de
alteridad. La aceptación y el respeto por el otro debe ser el fundamento
biológico de toda sociedad, sobre al tomar en consideración que dentro de las
características evolutivas del ser humano están las modificaciones
estructurales que sufrió su cerebro, lo que le permitió desarrollar su maravillosa
capacidad para el razonamiento y su extraordinaria habilidad para el
aprendizaje. Cada experiencia que vive lo va transformando, lo va cambiando y
ese proceso en el plano terrenal, sólo culmina el día que la persona fallece.
La noción de plasticidad neuronal expresado por
Echeverría (2011) va en concordancia con ese pensamiento al afirmar lo
siguiente:
Desde un punto de vista estrictamente biológico, no somos inmutables,
como lo planteara la metafísica. Cada experiencia nos transforma. El principio de
la inmutabilidad del ser no se expresa, por lo tanto, a nivel biológico… Sólo
podemos ser y hacer lo que nuestra biología nos permite (p.27).
El
concepto de plasticidad neuronal, hace referencia específicamente a la
capacidad que tienen las neuronas de adaptarse fisiológica y funcionalmente a
las nuevas condiciones del organismo, confirmándose de esta manera la
mutabilidad del ser humano y su extraordinaria capacidad de adaptarse a las
diversas situaciones que se le van presentando.
El continuo proceso de aprendizaje en el que se
encuentra inmerso el individuo, permite que las experiencias y demás jornadas
de capacitación en las que participe vayan moldeando su andamiaje neuronal,
preparándolo para la ejecución efectiva de su trabajo. Todo esto, sin menoscabo
de la importancia que reviste la satisfacción de sus necesidades fundamentales
dentro de ese proceso, debido a que ningún individuo va a rendir académica ni
laboralmente al 100% de sus posibilidades si no tiene satisfechas sus
necesidades fundamentales.
Con relación a ese tema, cabe señalar, que un
personal directivo que no se preocupe por la satisfacción de las necesidades
fundamentales de su personal, antropológicamente no tiene arraigado en su
sistema de valores un compromiso ético basado en la alteridad, puesto que, con
un trabajo de equipo y un liderazgo efectivo, donde se involucre a todos los
corresponsables en materia de educación: las familias, las organizaciones
comunitarias del poder popular, el Estado, la comunidad educativa y las empresas
públicas y privadas (Ley Orgánica de Educación, 2009, Arts. 17,18,19,20 y 22),
se puede lograr solventar muchas de las necesidades físicas de la institución.
Hecho que, a su vez, va a tener una incidencia positiva en el clima de la
organización y por ende en su productividad.
Un compromiso ético fundado en la alteridad
desarrolla en el gerente la capacidad antropológica de preocuparse por el
bienestar de la otra persona. De comprender cuando el otro individuo está
pasando por un mal momento. De lanzar una mirada hacia atrás y recordar que
muchas de las cosas que le están pasando al otro probablemente en algún momento
de su vida también le pasaron a él.
El compromiso ético fundado en la alteridad
lejos de querer alentar la irresponsabilidad y el incumplimiento de la jornada
de trabajo, lo que busca es el respeto de ese lado humano de la otra persona,
que siente, que padece y que en algunos casos está generando, una gran cantidad
de sufrimiento innecesario en sí mismo y en otros. Tal y como lo expresa Echeverría
(2011):
Los seres humanos estamos generando una gran cantidad de sufrimiento
innecesario... Mucho de ese sufrimiento es resultado de nuestras propias
cegueras, incompetencias e ignorancias. Surge porque no sabemos resolver de
manera adecuada muchas de las situaciones difíciles que enfrentamos, las que a
menudo terminamos profundizando por ese mismo motivo (p.15).
El papel de ese gerente educativo, que se hace
cada vez más humano, es contribuir con la disminución del sufrimiento de las
personas que tiene bajo su responsabilidad, no ser en ninguno de los casos un
elemento potenciador del mismo. Atanes (2007) dentro de sus consideraciones,
asevera que “El director debe solucionar problemas, no invocarlos” (p.71). El
manejo y la resolución de situaciones conflictivas debe ser una de las
habilidades con las que cuente el directivo. Ser parte de la solución y nunca
un elemento potenciador del problema tiene que ser una de las premisas bajo las
cuales se maneje el gerente.
La alteridad como fundamento de un compromiso
ético en la configuración de una gerencia educativa “otra” debe funcionar como
un eje transversal que atraviese y permee cada una de las etapas del proceso
administrativo. En ese sentido, cabe señalar que, durante el proceso de
planificación, organización, dirección y control, el director debe tener
siempre presente el rostro del otro ser humano que, en ese momento de su
existencia, por razones circunstanciales, está bajo su responsabilidad.
Para culminar, a manera de reflexión, es
fundamental que el gerente educativo ponga en práctica el principio ético de la
alteridad, principalmente al comprender que tiene una responsabilidad ética con
la sociedad de la cual forma parte, que debe aprender a ver y verse en el
rostro del otro ser humano, que es un ser biológicamente muy parecido a él, por
lo que le debería ser más sencillo comprenderlo.
En palabras de Maturana (2007) “Estamos
aplastados por el exceso de población porque queremos vivir sin hacernos cargo
de que todos los seres humanos tenemos derecho al mismo bienestar biológico y,
por lo tanto, social” (p.36). Los directivos adscritos a las instituciones
educativas, antropológicamente deben cumplir con el precepto moral de la
alteridad, al considerar que el principal capital con el que cuentan las
escuelas son los seres humanos.
En ese sentido, cabe señalar, que
específicamente, en el ámbito de la educación los directivos deben ejercer su
liderazgo, interesados por proporcionar una educación de calidad a todos y por
mejorar integralmente a la institución que dirigen. Comunicación efectiva,
motivación, participación, negociación constante, empatía, sensibilidad hacia
las sugerencias y respeto por las diferencias, son algunas de las actividades
que debe realizar el director para ejecutar un liderazgo efectivo.
Cabe resaltar, que de acuerdo con la teoría del
liderazgo situacional no existe un único estilo de liderazgo que sea eficaz y
Blanchard (2007) lo confirma al expresar que “Para ser eficaces, los líderes
deben utilizar los cuatro estilos de liderazgo” (p.130). De ahí la importancia
que tiene que el director, conozca y aplique el modelo del liderazgo
situacional dentro de su institución escolar. Siendo necesario que aprenda a
reconocer los cuatro estilos de liderazgo (control, supervisión, asesoramiento
y delegación) para que de esa manera pueda aplicar el más adecuado, en función
de los seguidores que está tratando de influir y de la situación que se le esté
presentando. A través del liderazgo situacional el director se puede ajustar a
las necesidades cambiantes de su institución para responder asertivamente a los
cambios y al reconocimiento de liderazgos compartidos y emergentes.
Dentro de la concepción de la gerencia
educativa “otra” que planteo, un verdadero líder es aquel que está consciente de
la extraordinaria responsabilidad que tiene en la transformación de la
sociedad, sabe que con su accionar no sólo transforma el ámbito directo donde
desarrolla su labor, sino que al hacerlo cambia también el ser de muchos de los
individuos que forman parte de esa comunidad educativa.
La conformación del modelo de gerencia
humanista que sugiero sólo es posible mediante la ejecución de un trabajo
efectivo, basado en el respeto por la condición humana, la aplicación adecuada
de las habilidades gerenciales y el desarrollo de una verdadera sensibilidad
por el padecimiento del otro. Educar para la vida requiere de mucho compromiso,
ética profesional, amor por lo que se hace y sobre todo de una amplia
responsabilidad.
Finalmente, se debe acotar que la alteridad
como fundamento de un compromiso ético para la configuración de una gerencia
educativa “otra” debe ser entendida como un medio para la conformación de un
modelo de gerencia que permita alcanzar una verdadera escuela para todos,
sensible, perceptiva, empática, humana, hospitalaria, generosa, noble,
solidaria, magnánima y justa con el otro, con nosotros, con todos los que
buscan en sus espacios aprender a ser, a conocer, a convivir y a hacer.
Referencias
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Atanes, C. (2007). Los trabajos del director. Recuperado de https://goo.gl/U0pWRe
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Boxó, J. y Ruiz, L. (2008). Del humanismo a la
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Samoná, L. (2005) Diferencia y alteridad. Madrid, España: Ediciones Akal S. A.
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