Año
5 N° 9 / Enero – junio 2019. 104 - 112
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ISSN 2477-9342 |
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ENSAYO
Sociedad pedagógica
transcompleja: Una visión a la luz de las relaciones
de poder en contextos educativos colombianos
Transcomplex pedagogical society: a vision in the light of power relations in colombian educational contexts
Marco Antonio Quintero Rojas
marcoantonioqr@ufps.edu.co
Universidad Francisco de Paula Santander (Colombia)
Recibido 26 de enero de 2018 / aprobado 08 de noviembre de 2018
Palabras
clave Sociedad pedagógica transcompleja,
relaciones de poder, educación colombiana. |
Resumen Que se entienda la dinámica multifactorial de la sociedad pedagógica
sugiere un reconocimiento total en su complejidad y la diversidad manifiesta
en los agentes educativos y actores presentes en el proceso. Esto infiere que
tanto organizaciones escolares orientadas por el estado central, la familia y
las personas significantes en el entorno formativo de los aprendices,
reconozcan su participación signada por relaciones de poder entre partes
vinculante, con la finalidad que se destaquen protagónicamente espacios
educativo acordes con la realidad circundante en esta sociedad colombiana de
constantes cambios y resignificaciones. Este aporte
tipo artículo de reflexión, tiene como propósito el reconocimiento y
participación de los agentes social-educativos intervinientes en la sociedad
pedagógica caracterizada como transcompleja y las
relaciones de poder implícitas en la dinámica
que se constituyen en factores definitorios y formas de existencia
organizacional en la diversidad de espacios educativos en la República de
Colombia. |
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Keywords Transcomplex pedagogical society, power relations, colombian education |
Abstract That the multifactorial dynamics of the pedagogical society be
understood, suggests a total recognition in its complexity and the diversity
manifested in the educational agents and actors present in the process. This
infers that school organizations oriented by the central state, the family
and the significant persons in the learning environment of the apprentices,
recognize their participation marked by power relations between binding
parties, with the purpose that educational spaces according to the surrounding
reality in this Colombian society of constant changes and resignifications.
This contribution type article of reflection, has as purpose the recognition
and participation of social-educational agents intervening in the pedagogical
society characterized as transcomplex and power
relations implicit in the dynamics that constitute defining factors and forms
of organizational existence in the diversity of educational spaces in the
Republic of Colombia |
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A Modo
Introductorio
Construir una visión reflexiva que trascienda
en la educación como aporte en la inclusión, implica necesariamente pensar en
un enfoque educativo asociado a la diversidad, donde se integren postulados transdisciplinarios para la asunción de una vía que
configure una cosmovisión paradigmática transcompleja,
que propugne la adopción de una posición abierta, flexible, integral,
holística, sistémica y multivariada, en la que se reconozca lo objetivo y
subjetivo de las particularidades inherentes a la pedagogía y sus agentes
educativos intervinientes.
Al respecto, en el presente artículo se
precisan elementos constitutivos que cimientan la sociedad pedagógica transcompleja, siendo estos, la organización educativa y su
estructura desde un marco de política pública en Colombia, el currículo como
marco que delinea el comportamiento de la formación pedagógica en las
instituciones escolares, los docentes como agentes clave en el proceso de
atención de las manifestaciones diversas y el ámbito familiar, cuyo espacio
debe vincularse y aprovecharse positivamente en pro de la construcción de
interacciones humanas caracterizadas por las relaciones de poder; para lo cual
es necesario el asocio diligente de quienes conforman la sociedad pedagógica
como organización constituida por sujetos significantes para los aprendices y
la sociedad en pleno.
Sociedad
Pedagógica. Ámbito Social de las Relaciones de poder
El
reconocimiento de la realidad compleja educativa trae consigo un plano
operacional que refuerza la idea que la ciencia nunca está hecha, sino siempre
se está haciendo, ello infiere el compromiso total de docentes, aprendices,
familiares, y contexto social en pleno, que respondan con las exigencias de los
cambios que se pronuncian; con la total apertura cognitiva para la resignificación de procesos, y sujetos capaces de emprender
innovaciones y de enfrentar con suma confianza, fuerza y valor, las situaciones
noveles que la vida presenta de manera continua durante su existencia y
formación.
Con base en lo
expresado, es fundamental la resignificación de la
educación en Colombia, con la finalidad que se ajuste al tipo de sociedad que
impera, en correspondencia con las necesidades de un colectivo en constante
transformación. Por tanto “el debate epistemológico respecto a la educación
permite entender las razones de cambio, que originan reformas o adicionar
propuestas que contribuyan al fortalecimiento de la tarea educativa” Flórez
(2006, p. 37), pues no se trata de cambiar porque la legislación lo decreta,
sino de indagar por formas cada vez mejores o adecuadas de conocer y de acceder
al conocimiento que emana de la realidad educativa donde las personas son
protagonistas directas de su formación.
Ante estas
acciones de reflexión necesarias en la educación es oportuno mencionar la
correspondencia y vigencia aplicada de la letra normada presente en las
disposiciones preliminares de la ley 115 de 1994 (Ley de Educación) donde
expresa:
La presente ley señala las normas generales para regular el servicio
público de la educación que cumple una función social acorde con las
necesidades e intereses de las personas, de la familia y de la sociedad. Se
fundamenta en los principios de la Constitución Política sobre el derecho a la
educación que tiene toda persona, en las libertades de enseñanza, aprendizaje,
investigación y cátedra y en su carácter de servicio público (p.1)
Desde la letra
jurídica convertida en disposición, se destaca la relación directa entre
educación y sociedad, y la necesidad de cubrir a través de la educación como
política pública, las expectativas formativas e intereses individuales y
colectivos de los Colombianos, esto es, prestar el servicio educativo que se
requiere de acuerdo con las diversas coyunturas sociales y para lo cual las
organizaciones educativas como entes ejecutantes requieren de giros
paradigmáticos que articulen la educación y la sociedad, vueltas y miradas
hacia los colectivos sociales que correspondan con una constante valoración
pedagógica, es decir, una sociedad pedagógica en constante aprendizaje.
En este orden
relacional, la sociedad pedagógica para Méndez (2013)
Nace al mismo tiempo que el conocimiento; sondea el significado de la
educación y ejercita una formación humanística centrada en valores éticos y
estéticos que proporcionan al hombre el reconocimiento como ser social,
convirtiéndose en la clave para la evolución social y la construcción de nuevas
formas de entender las relaciones entre las personas y el medio en la educación
(p.13).
Su misión es
minimizar la óptica reduccionista en la educación e inducir vías alternas de
reconocimiento sistémico de los elementos y particularidades que constituyen la
realidad de la sociedad pedagógica, para el desarrollo y formación de
ciudadanos con esperanza de cambio sobre la base de la comprensión, la
solidaridad y el consenso voluntario de los sujetos ante la educación. Por ello
la pedagogía se erige como la base de la innovación social.
Desde la
visión que se expresa emergen una serie de situaciones que escasamente permiten
la conexión entre la educación y la sociedad, entre ellas, los planos
ideológicos y actitudinales de los sujetos vinculantes, lo cual infiere
posturas improvisadas, no fundamentadas, imprecisas que no contribuyen en la
formación de los estudiantes. De igual manera el nivel ético es preponderante,
pues se requiere de la responsabilidad de cada sujeto, así como la cooperación
para un trabajo en equipo que respalde el impacto positivo que requiere la
relación escuela-sociedad.
Asimismo, la
no atención de los fines de la educación expresos en la normativa, hace que día
tras día se sucedan una serie de situaciones caracterizadas como
individualistas. Tanto escuela como sociedad orientan sus esfuerzos hacia lo
inmediato, con escasas metas reciprocas y sin un pensamiento de integración,
donde la criticidad y la diversidad entendida y mediada sustenten una actuación
pedagógica y social, siendo así cada sujeto hace muchas cosas pero con reducido
impacto tanto en la formación como en la construcción de la sociedad.
Entre tanto,
los sujetos estudiantes se desenvuelven en una dinámica social donde el
conflicto, la exclusión, la estratificación social, condicionan su pertinencia
con la educación. De igual manera la familia ante circunstancias de limitación
cercanas al desconocimiento sucumbe ante la realidad social colombiana y deja
al estado y por ende a la escuela la responsabilidad educativa, situación que
no permite la adición del seno familiar en la educación.
Lo anterior
expresa una diversidad que sugiere un engranaje entre los agentes educativos
intervinientes en el proceso de formación, así como la promoción de un norte de
actuación en correspondencia con la transcomplejidad,
entendida por Schavino (2010, p3), como una “posición
abierta, natural, integradora, reflexiva y flexible para la discusión, el
dialogo y el intercambio”. La transcomplejidad es la
suma de dos vertientes del pensamiento moderno; la transdisciplinariedad
y la complejidad. Bajo esta óptica, la primera implica la ruptura de las
fronteras entre las disciplinas, lo que por años ha representado una limitante
para el avance en lo que se considera la comprensión de la acción humana sobre
sí mismo, su entorno y el de las organizaciones, Morín (2001).
De igual
manera, la forma vertiginosa como se suceden los cambios en la dinámica del
mundo moderno hace ver las sociedades cada día más complejas en las que las
acciones, actividades y organizaciones humanas son cada vez más plurales e
imprevisibles, por lo que se requiere en palabras de Morín (ob.cit),
un pensamiento relacional que aborde la diversidad desde la complejidad, es
decir la posibilidad de ir hacia la transcomplejidad,
entendida como un sistema complejo en el que el problema o fenómeno es
considerado como un todo, ofreciendo un crecimiento del saber y haciendo
posible la confrontación de los conflictos sin dejar de considerar la
complejidad del mundo y los desafíos existentes.
Esta
construcción dialógica, holística y de actuación en la formación está signada
por la interrelación de sujetos que cumplen un rol específico y en quienes
reposa la total responsabilidad de engranar las relaciones humanas para las
prácticas sociales inherentes con la educación. En este escenario de
operatividad interconectada, las relaciones de poder juegan un papel
fundamental, pues cada grupo social vinculante a la educación (docentes,
estudiantes, familia, comunidad) de manera consciente o inconsciente trata de
imponer la voluntad en el marco de esa relación social, lo cual eleva el
significado del poder como acción manifiesta que tendrá impacto determinante en
las decisiones y posterior actuación de esas unidades sociales en la educación.
El poder, de
acuerdo con Martínez (2001, p.7) “es visto como una relación social, una acción
política llevada a cabo por los sujetos sobre el mundo, con el propósito de
hacer realidad sus intereses, influidos por el lugar que ocupan en las
prácticas y luchas de clase”. Entonces, el ejercicio del poder no es
unilateral, sino que es una relación de fuerza entre clases encontradas, que
desean objetivar sus propios intereses.
En la
educación, son innegables las relaciones de poder que derivan en las
organizaciones, para Foucault (1984):
La cultura y el poder en el
currículo educativo están ínfimamente relacionados, el cual funciona como un
mecanismo para el control político del conocimiento ya que el papel del Estado
en la escolarización es emplear la educación como uno de los mecanismos
reguladores p. (143).
La presencia
de poder del estado desde las políticas públicas en favor de la educación en
Colombia ejerce influencia como directrices organizacionales por parte de los
subordinados institucionales, ante ello rectores y demás organismos
intervinientes, tienen en su haber de ejercicio la responsabilidad de inducir
acciones significantes para el proceso educativo, lo cual implica relaciones de
poder compartidas con los docentes, estudiantes y comunidad acudiente.
En los
espacios de formación las relaciones de poder son trascendentales, todos los
interesados ejercen presión sobre el proceso. Para Sánchez (2011) en el aula de
clase existen relaciones de poder, los profesores desde su concepción y desde
la aplicación curricular ejercen poder, los estudiantes ostentan un poder
subordinado pero que en los último tiempos adquiere mayor protagonismo, la
familia desde su plano ideológico, vivencias y experiencias, median sobre los
estudiantes en la labor formativa; así mismo, la comunidad debe ejercer un rol
de impacto, donde el poder se hace presente y puede actuar como indicador
determinante para la eficacia o no de la educación en los diversos espacios educativos
del país, sobre todo por la diversidad social que emerge de la realidad
Colombiana.
En tal
sentido, una sociedad pedagógica entraña una relación de poder que debe
reconocerse y modelar en pro de una eficacia para el proceso educativo. Estas
subjetivaciones en los sujetos actuantes, derivadas en poder, entendidas como
voluntad del ser, Nietzsche, o como expresión del proceso de la vida
organizada, para imponer la propia voluntad dentro de una relación social,
Weber, citado por Hoffs (1999), ostenta una meta
social donde existirán modificaciones en la conducta y las derivaciones de un
juego de intereses propios de todo entramado social con visiones alternas,
diversas o contrarias sobre un mismo fin, en este caso la educación de los
sujetos.
Por ello se
requiere del concurso de cada sujeto actuante para la construcción de una
sociedad pedagógica efectiva, permeada obviamente por las relaciones de poder
circundante y progresivamente cambiantes. En tal sentido, en primera instancia
se requiere una “organización educativa presta para el aprendizaje”, en
constante transformación y resignificación como meta
institucional. Este espacio de formación, estará orientado por un órgano rector
para que las políticas educativas nacionales sean extensibles a todo el país.
Por tanto, se requieren instituciones que respondan con el rol social de
formación, que atiendan el posconflicto, avalen la inclusión, fomenten la paz
en los colombianos y valoren el significado patrio y ciudadano como vía para el
fortalecimiento del tejido social desde la diversidad.
De igual
manera, desde la construcción de la sociedad pedagógica, “el sujeto docente
como agente dinamizador” debe conectarse con un ideal de “educación
potenciadora de la diversidad; espacio multicultural, abierto y dinámico que
requiere la participación de equipos interdisciplinarios de docentes
comprometidos con su hacer y responsabilizados colectivamente en apoyar una
práctica pedagógica orientada a lo diverso”, Ferreiro (2012, p.49). Esto
implica atender la heterogeneidad de necesidades e intereses de los
estudiantes, la diversidad de razas, las distintas culturas y opciones
ideológicas que conviven en la institución educativa, todo ello otorga a los
docentes una nueva función de engranaje social.
Aunado a la
labor docente, es imperante vincular la familia como organización básica social
al proceso pedagógico, ello constituye una tarea que las instituciones
educativas deben fomentar, principalmente los involucrados en la formación de
las personas en sus primeros años de vida (nivel inicial y básico de
formación), por ser este período en palabras de Álvarez (2013), uno de los más
importantes en el desarrollo integral del educando, pues en él se suscitan
significativos cambios físicos, mentales y de relaciones sociales que
repercuten de manera definitoria en la formación del individuo y por ende en su
forma de relacionarse con el mundo.
El nicho
social familiar constituye una fuente generadora de aprendizajes, por cuanto
representa el marco educativo primario; en palabras de Wang (2010),
…se debe dar a los padres la oportunidad de conocer el proyecto de
formación de la institución educativa, y participar en las decisiones sobre los
programas directamente dirigidos a sus hijos, y en la preparación de las
distintas formas de atención a la diversidad (p.17)
Es decir,
corresponde a la escuela servir de plataforma para armonizar un ambiente donde
la familia y el proceso pedagógico, en una relación simbiótica, logren el
desarrollo integral de los estudiantes insertos en el sistema educativo.
Concomitante, en ese asocio pedagógico es
fundamental un “currículo para la diversidad”, en el cual mediar el aprendizaje
debe ser un aspecto relevante para ser considerado, pero para ello se requiere
el uso y buen manejo de todos los recursos disponibles y la asunción de
estrategias organizativas y didácticas, que remitan a los agentes del proceso
educativo a un abanico de opciones de aprendizaje y de alternativas de
enseñanza, que muy bien podrían ser asumidas por un colectivo engranado por la
familia y la comunidad.
Por tanto,
desde el reconocimiento sistémico para una articulación de los elementos
considerados y detallados, las relaciones de poder emergen para su actuación,
lo cual induce a elevar no una hegemonía particular sino la fusión de células
de poder para obrar en colectivo en pro de la educación, siendo así, es perentoria
una pedagogía colaborativa que reconozca la diversidad y complejidad en cada
proceso, que responda con las exigencias de sujetos deseosos de formación,
donde la mediación pedagógica de la institución educativa con asistencia de la
familia y la comunidad desde fundamentos curriculares, siente las bases de una
educación para la historia, es decir, una formación para la vida.
A Manera
de Conclusión
Una sociedad pedagógica transcompleja
signada por las relaciones de poder es una realidad que opera en la diversidad
educativa, es una expresión de vida organizada, es un hecho cultural y por ende
social de intereses tanto particulares como integrados y comunes. De allí la
urgente necesidad de reconocimiento desde cada agente educativo interviniente
en favor de un proceso de integración, comunión y concordia entre las partes, e
inclusión desde la diversidad asociada al poder, que emerge en las relaciones
directas y causales que derivan de la interacción educativa. Por tanto, la
labor es de integración con base en el rol, no de imposición de voluntades, de
acciones coercitivas, luchas, ni resistencia a causa del poder, se trata de una
labor de trascendencia, también social y de existencia, donde la diferencia
está en el impacto humano que genera la educación y como ello es fuente para
las futuras generaciones en la sociedad colombiana.
La transcomplejidad
en la sociedad pedagógica estará permeada por la subjetivación del ser humano
interviniente. Ello devela diversas relaciones de poder que deben reconocerse y
caracterizarse como parte del todo ocupacional de la pedagogía. Cada maestro,
estudiante, familia, agente de la comunidad es definitorio desde su plano
ideológico y actitudinal en la construcción de la realidad social escolarizada
en Colombia.
Con base en lo expuesto, es fundamental
reconocer la importancia suprema de instituciones clásicas en la sociedad como
la familia y el asocio de ellas en comunidades para la formación de individuos,
en justa cooperación y corresponsabilidad con las instituciones educativas, a
fin de proyectar un entramado de posibilidades educativas en los sujetos
aprendices, y que para efectos operativos y de sustentación teórica, con fuerte
impacto en la sociedad, se ha denominado sociedad pedagógica transcompleja, constructo teórico que fortalece la
reflexión constante y permanente en el sujeto docente, para que la calidad de
la educación tenga impacto en la calidad de la sociedad y, por ende, en la
calidad del sujeto.
Referencias
Álvarez, M. (2013). Función del proyecto educativo. Barcelona (España): Grao
Ferreiro, R. (2012). Nuevas alternativas de aprender y enseñar. Aprendizaje Cooperativo.
México: Trillas.
Flórez, R. (2006). Pedagogía del conocimiento. Colombia: McGraw Hill
Foucault, M. (1984). Vigilar y castigar. Madrid: Siglo XXI.
Hoffs, A. (1999). El poder del poder.
México: Diana Ediciones
Ley General de Educación 115 (1994).
República de Colombia.
Martínez, R. (2001). Las relaciones de poder dentro de la escuela primaria. Ejercicio y
resistencia. Un estudio de caso. México. Chihuahua. Tesis de grado.
Méndez, A. (2013). Realidad cultural en la educación. Colombia: Magisterio
Morin, E. (2001). Introducción al pensamiento
complejo. Barcelona (España): Editorial Gedisa.
Sánchez, A. (2011). La relación maestro- alumno:
ejercicio del poder y saber en el aula universitaria. Revista de educación y desarrollo. 4, 21 - 27. Recuperado de: http://bit.ly/2M0CbWq
Schavino, N. (2010). Epistemología del
enfoque integrador transcomplejo. UBA: Aragua.
Venezuela.
Wang, M. (2010). Atención a la diversidad del alumnado. Alcalá de Guadaira: Narcea.
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